Cualquier persona capaz de molestarte se convierte en tu maestro; alguien puede molestarte solo cuando te permites ser molestado por él.
Epicteto
Todo a nuestro alrededor ópera en función de la ley causa y efecto y si bien no podemos controlar lo que pasa a nuestro alrededor sí que podemos controlar lo que nosotros pensamos de esas informaciones que llegan a nosotros.
De esta forma, Podemos ejercer un control sobre nosotros mismos para no dejarnos dominar por nuestros instintos más primarios, que indefectiblemente nos vuelven impulsivos y reactivos y nos privan de nuestro propio poder para cederlo a alguien o algo fuera de nosotros, Y por ende nos priva de nuestra felicidad y estado natural de tranquilidad.
Todos hemos experimentado en alguna ocasión situaciones que por algún motivo, nos llenan de ira repentina, nos hacen sentir mal, y responsabilizamos a lo que sucede fuera de nuestra falta de bienestar.
En tu cabeza comienza a resonar un diálogo parecido a este: “tú tienes la culpa”, “tú me has fallado”, “tú me has hecho daño”, “tú me has hecho enfadar”, “tu me has provocado”, “tú me has dado celos”….”TÚ ERES EL CULPABLE DE CÓMO ME ESTOY SINTIENDO”.
¿Te suena? ¿Has vivido recientemente una experiencia que te ha dejado emocionalmente como si te hubiera pasado un tren de mercancías por encima? ¿Has culpado a la persona o a la situación de cómo te sentías? Comparte tu experiencia en los comentarios y dinos cómo la resolviste.
El hecho es, que cuando somos reactivos y desplegamos un montón de emociones negativas ante algo o alguien que no actúa como nosotros esperamos, estamos cediendo nuestro poder personal a esa persona. Y esa persona se convierte en nuestro maestro, porque necesitamos aprender a recuperar nuestro poder, en nuestro amo, porque tiene el control sobre nuestras reacciones, y nosotros en siervos porque nos dejamos atrapar y subyugar por nuestras propias emociones.
Lo peor no es eso, lo peor es que la mente despliega mecanismos muy curiosos que intensifican y magnifican los pensamientos y vemos más real lo que imaginamos que lo que hay en realidad.
Un ejemplo gráfico
Vamos a trabajar sobre un ejemplo gráfico. Estás con tu pareja, vamos a imaginar que es chico y tú eres chica, no por nada en especial, sino porque las mujeres somos tremendamente emocionales e impulsivas en ocasiones y tenemos una forma muy peculiar de pensar y con seguridad, hasta los chicos podrán ver con claridad de qué forma este ejemplo se ajusta a situaciones que si bien pueden no ser iguales, sí les provoquen reactividades similares que luego les pasan factura.
Imagina que tu pareja te expresa que admira mucho a una compañera de su trabajo, es inteligente, agradable, y se desarrolla muy bien en su desempeño laboral. Es agradable trabajar con ella.
Pero en tu mente sonó “chinnnnnnnnnnnnnnnnnnn”, y estás imaginando cómo será, por qué la admira, quizás sea más linda que tú, y te imaginas los intercambios de miradas, de risas, de confidencias, incluso hasta contacto físico y en cuestión de “cero coma” ya te los imaginas de amantes.
La realidad es que solo te ha dicho que era agradable y buena compañera, y que hacía bien su desempeño laboral. Pero tu mente ya le ha hecho el harakiri de veinte millones de formas distintas e incluso la odias sin ni siquiera conocerla.
El cómo reaccionas es tu responsabilidad
El hecho fáctico es que te sientes mal, pero decides trasladar hacia tu pareja la responsabilidad de cómo tú te sientes. Es culpa suya que tú te sientas así. Pero la realidad es bien diferente. Él ha sido confidente contigo, te ha hablado de sus cosas y tú has reaccionado porque perdiste el control sobre ti misma.
En ese momento de reactividad decides que lo que tu pareja pueda pensar sobre ti es más importante que lo que tú piensas sobre ti misma, te empequeñeces midiendote con otras personas y tu confianza en ti misma y tu autoestima bajan de forma sensible a niveles de inframundo.
La persona que te hace enfadar es quien te domina, quien te controla y la que tiene el poder sobre ti.


Es necesario recuperar tu poder personal y hacerlo, pasa por controlarte a ti mismo, no a los demás. Cuando cedes a esos instintos, concedes el permiso a otros para tener el control de tu persona.
Como te dije antes, lo que piensan de ti es más importante que lo que tú piensas sobre ti y es preciso revertir la situación aceptando la responsabilidad de hacerte cargo de tus emociones y sentimientos, de tus comportamiento y racionalizar lo que estás experimentando asumiendo que nadie tiene el poder de hacerte daño si tú no lo consientes.
Tú tienes el poder de elegir
Si algo o alguien te provoca o te ofende de alguna manera, tú eres en última instancia quien tiene el poder de decidir qué haces con eso que te llega de fuera, si lo rechazas, la persona se queda con ello o ese algo no llega a ti y tú tan feliz. Si lo aceptas, lo haces tuyo y con ello recae en ti el poder de esa decisión, de las emociones que te provoque, e incluso hasta de los malestares físicos, mentales y emocionales que se deriven de esa decisión.
Puede asustar un poco el aceptar la responsabilidad de elegir y de hacerse cargo, pero tener el valor de elegir de forma consciente, te da la oportunidad de vivir la experiencia de vida de una forma mucho más satisfactoria y enriquecedora para ti.
No puedes controlar a las personas que te rodean, ni los eventos fortuitos, ni las circunstancias en las que se desarrolle un determinado evento, ni siquiera tienes el control sobre lo que otros piensen u opinen sobre ti, sin embargo, si puedes tener el control sobre ti mismo, tu actitud y tus reacciones con las que enfrentas esas situaciones y la vida mismo y eso, te convertirá nada más y nada menos, que en una persona dueña de su propia vida totalmente empoderada.
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