Despertares
En algún punto del camino, olvidé que tenía corazón, o tal vez, solo tal vez, simplemente le di la espalda para olvidar que lo tenía y con ello evitar el sentir. A veces, la humanidad del ser, trae consigo sentir todo el amor del mundo o todo el dolor del mundo, y tener la capacidad de sentir esas emociones te lleva al cielo o al infierno.
Tener corazón sintiendo la ternura del amor en él es tan fácil…. Es como pintar un arcoíris de colores en el firmamento con cada estallido de alegría, con cada latido de su palpitar eufórico y ebrio de felicidad.
Tener corazón sintiendo el dolor, es como caminar por las ascuas hirvientes que deja a su paso el rastro de un volcán cuando llora, y sentir ese fuego candente que te atraviesa sin fin, despellejando tu alma y llegando a lo más profundo del Ser, que en un grito desesperado de petición de clemencia, se pierde en el olvido, en la bruma, en las tinieblas oscuras del alma, encerrado en un rincón para no sentir más, para vivir inerte ajeno a la vida que continua inexorable en su pasar.
Pero de vez en cuando, la petición de clemencia se abre paso entre las brumas y llega al cielo, y una tenue luz se vislumbra a lo lejos y es en ese momento cuando ese hilo de luz me despierta, por apenas unos instantes, y me recuerda mi capacidad de sentir, de vibrar, de ver con nitidez y claridad la realidad que aparece cuando ya no está disfrazada por el letargo del sueño… Y recuerdo lo que era sentir amor, lo que era vibrar en el amor, el poder del amor y el milagro de la vida abriéndose paso con fuerza entre las brumas del alma.
Esa dulce sensación de calor intenso, el revolotear de un millón de mariposas en cada una de mis células, que me elevan hacia el infinito y me sitúan más cerca de Dios… y un hilo de esperanza, de compasión y de alegría hilarante me atrapa y me envuelve en una hermosa luz dorada, que por unos instantes, permite que este corazón cansado, se abra al universo embriagado por un amor infinito y explote repartiendo millones de partículas de luz, compasión, dulzura, ternura y amor hasta el último rincón de ese planeta, antes de replegarse de nuevo como los pétalos de una flor llegada la noche, para sumirse de nuevo en el sueño profundo del alma.
Y así, mecida en el pasar de los días, entre sueños y despertares transcurre la vida. A veces, con suerte, los despertares se abren paso durante más tiempo antes de verse invadidos por los letargos de nuevo. Pero en cada despertar, dejaré una huella de amor infinito marcando el camino, para que otros con cada perla de luz y de amor que haya sembrado, logren completar su divino propósito y su misión con mayor facilidad.
Por y para siempre.
Lilian Rodríguez
Esta carta, “Despertares” es una alegoría al sueño en el que vivimos sumergidos y del que solo logramos despertar, con suerte, de vez en cuando, y en esos despertares es cuando realmente somos conscientes de lo afortunados que somos de vivir la vida que vivimos.